Siempre se conoce gente nefasta, y más en este negocio. Los ejemplares de la miseria humana se arrastran por todo Saltillo, se esconden en las esquinas, en los Palacios de Gobierno, en las escuelas y callejones.
Pero bien dicen que el enemigo está en casa, y así me pasó a mí. No me refiero a mi familia, si no aun tipo de esos horribles, que Dios creó con los residuos del barro de Adán.
Hay quienes ven en esto toda una corporación o hasta una empresa establecida. Así era este sujeto, quien trataba de alimentar mi ego, mientras buscaba que yo alimentara su nariz; trataba de venderme ingenuidad yo pecados.
A muchas de este negocio les pasa, se encuentran a algún fulano que las protege y administra a cambio de la mitad de sus ganancias, que sirve para patrocinarle a él una que otra cosa rara. Justo de esa medida era El Patrón de quien hablo: adicto, sabelotodo sucio, se tomaba la libertad de pedir que te quitaras la ropa para ver que tal estaba la mercancía, como si hicieras casting para el negocio de tu vida.
Aún y con mi habilidad para no caer en trampas, pero si ser bastante tramposa, comencé a laborar en horarios nocturnos en el negocio del Patrón (me encantaría decirles el nombre, pero no se emocionen, no lo haré, no daré publicidad gratis a un montón de cabrones).
Mi experiencia con él fue caso tan explotadora como la que tuve en el trabajo que deje y que me llevó a laborar de acompañante.
El del Patrón, es todo un negocio establecido: cartera de clientes, página de Internet, tarjetas de presentación, pago por nómina, ajá, increíble ¿no? “Mas que un servicio una compañía” era su lema.
El jamás se movía para eso existía Ella, quien secundaba sus órdenes. En Ella veía el cliché de las relaciones con los proxenetas: les hace falta, sienten que no van a vivir sin ellos. Cualquier semejanza con un kilo de cois debajo de la cama es mera coincidencia.
Odio a esos tipos que ven Discovery Channel cinco minutos y creen saberlo todo en el mundo. De verdad, así se las creía éste, un genio, el Carlos Slim de las lentejuelas…
Decidí dejar mi acta de renuncia. Siempre he tenido éxito, y me ha bastado con mis propias mañas. No necesitaba a ese Patrón que parecía caminar siempre con el letrero que decía: “Se vende hijo de puta con buenos modales, aproveche oferta por tiempo limitado”
Saltillo es un ombligo, te enteras de todo, conoces a todos. Me enteré del quiebre en a bolsa de valores de este corporativo de putas. No les voy a decir quién me contó. Ni quien quebró, no como… ellos saben bien, y como todo termina mezclándose con todo, el que este libre de coca que tire la primera piedra.
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