lunes, 30 de agosto de 2010

SERVICIO ESPECIAL 24 HORAS

Comenzaré por dejar de involucrarme con gente que tenga referencias gubernamentales ¿ajá?, eso pensaba cuando llego a mi otra de tantas proposiciones indecorosas. Pero a decir verdad, esta era bastante decente…….y rara.
Lo conocí en uno de esos tantos eventos a los que asistía como dama de compañía. Imagino que él se quedó con un mal sabor de boca de mi personita al aflorarme un lenguaje de cargador de la Merced. Seguro pensó que era una tipa venida a menos, sacada de algún lugar de mala muerte. Pero ya en nuestro segundo encuentro hubo un poco más de conversación y bueno mas que palabras, precios. Tuvimos que ajustar las cosas, ya que el señor decidió que me necesitaba las 24 horas del día (menos mal que era bastante generoso, que yo me veía regateada como mercancía de tianguis). ¿Se imaginan, que alguien te pago no sólo por sexo, si no por llevarte de compras, viajar, y por que lo veas y le hagas piojito? Cada vez que recuerdo a este personaje me vienen cosas buenas a la cabeza.
Era increíble ganar dinero rascándome la barriga y sólo diciendo “amor quiero esto o aquello”. Parecía ser que lo único que necesitaba mover de mi cuerpo era la mano, y eso, para recibir los regalos. Bueno, debe haber una deidad de las putas y esa deidad debe haberme mandado un rayo de suerte.
Me sentía como Julia Roberts en “Mujer Bonita”, aunque región cuatro. Sería un lugar común decir que no podía enamorarme por profesionalismo, pero hasta los lugares comunes tienen algo de verídico. Y si he de ser sincera, mi plan jamás fue enamorarme, siempre creo que el amor, el sexo y el dinero jamás tienen buena relación. ¿Por qué, si no jamás funcionan los romances de las putas de literatura? Digo yo no aspiraba ni aspiraré a ser Santa, ni pienso dejar que un Jarameño me salve.
Por que, en un mundo donde la gente escribe, vende lotes en la luna, dispara AK-47 y se casa, además de suicidarse en masa para irse en la nave espacial que sigue la cola del cometa Halley (uf, tomo aire), no resulta sensato tener como religión el amor. Y menos si una se dedica ala falsificación de éste.
Estas jodida y tienes amor aunque con eso ni comas. Tienes dinero y éstas solo y no sabes como gastarlo, hasta que encuentras a una como yo. Y si el sexo es bueno la relación es mala…en fin nunca aciertas a nada. Además creo que el amor en este negocio no existe; es sólo un estado de ánimo alimentado material o económicamente.
Después de terminar mi contrato de tiempo completo, miraba (como quien deshoja margaritas) cada prenda que tenía en el closet y decía: “eso me lo compró mi amorcito, esto no” y eso que tenía muchas cosas que él pagó. Ya saben, las mujeres y su vanidad, plus una cartera llena, cometen muchas locuras. A fin de cuentas, descubrí lo que todos los Oxxos saben: el amor no reditúa, pero el servicio 24 horas si.

miércoles, 25 de agosto de 2010

LAS CHICAS DEL PASTEL.

Dirán que su Violetta se quiso poner en plan de historiadora. Imaginen por un momento la historia de la evolución del hombre: así como en un cuadro del Bosco vayan observando nuestra desnudez simiesca llena de pelos, viene después el mono erguido que asesina con huesos afilados, luego llega el esplendor del ser que sabe cultivar y que construye imperios de piedra; al mono le pega el pudor medieval y se tapa sus vergüenzas; se pone a “pensar” y se separa de Dios, luego decide que todo es subjetivo y pelea con sus mismas ideas… al final del cuadro, está el todopoderoso hombre con corbata, que sostiene unos dólares y mira con lascivia a una chica de tanga.
Dirán que su Violetta se quiso poner en plan de historiadora, pero mi ejercicio tiene un fin: enseñarles que ese hombre de corbata es exactamente el mismo con el que inició el cuadro.
En esta vida hay un momento en que todos los hombres se vuelven “señores”, pero antes de ello dejan una última cana al aire: las famosas despedidas de solteros. Yo sé que ustedes alguna vez se han preguntado cómo son esas fiestas y si existe en ellas la famosa “chica del pastel”. Les puedo decir que en la despedida en la que trabajé no hubo tal, pero sí algo similar. Y fui yo.
Sí, soy Violetta y soy una sobreviviente de la despedida de soltero más desquiciada de la historia (Todos: “¡Hola Violetta!”). Llegué en compañía de una amiga, por supuesto del medio; al principio, ya saben, los hombres estaban muy propios, pero bueno, el alcohol, así como las chicas del pastel cumplen su parte. Imagínenme en una caja de una camioneta enorme (justo como en la escena de “Terciopelo azul”); bailando para un montón de hombres que intentaban tocar por lo menos mis piernas y gritaban una infinidad de obscenidades. Parecían un grupo de monos aulladores, de zombies hambrientos, de hombres… al fin.
Suerte que mi colega salió en mi auxilio y bastaron sus senos y un buen trasero para calmar un poco los ánimos, también ayudaron las cervezas frías que les aventé en la cara para aligerar su temperatura. Escuché a lo lejos a un tipo entonando canciones que mencionaban todas las formas posibles para decir “vagina”, y a otro que me gritaba las cosas que me haría si lograba acercarse a la camioneta. ¿Ven ahora lo que les digo? Del mono, hace 14 millones de años, al hombre de corbata actual, hay sólo cinco tragos.
¿No se preguntan por qué siguen siendo la especie dominante? En esta clase de reuniones, donde no van suficientes Violettas y no se da “El Milagro de la multiplicación de la Carne”, la mecánica para decidir quién se queda con las chicas es muy simple: se hace una rifa. Me tocó en suerte ser la fantasía del “Novio”, quien me tomó de la mano y no dejó que nadie me tocara. Nuestro nidito de amor, una palapa con colchón y viento suave. Fue bastante bueno y me dejé llevar.
La verdad, el Novio me pidió que no lo tratara como cliente, que fuera su amante por un rato, que abandonara ese clásico cliché de las putas. Y como yo estoy para cumplir las fantasías, decidí complacerlo. Inventamos la historia de que nos habíamos conocido en un bar. Cuando culminó la fantasía del Novio, acordamos vernos de nuevo, pero él aclaró que nuestro siguiente encuentro sería, ahora sí, sin tanta efusividad. A la salida de nuestro nidito, el tumulto armado por los Hombres era mayúsculo. El Novio, caballero andante contemporáneo, me abrazó y salimos de allí corriendo

martes, 17 de agosto de 2010

DALE LA MANO A LA QUE SIGUE

Lectores míos, cuando pensaba que ya lo había visto todo, apareció alguien que me dijo “quiero mostrarte algo...”
A los hombres con la edad se les despierta más la libido, pero no hablo de un renacer sexual, sino de perder los cabales. Creo que el hecho de saber que ya está cerca de la hora final los hace desear a toda costa convertir sus fantasías en realidad. Lectores míos, cuando pensaba que ya lo había visto todo, apareció alguien que me dijo “quiero mostrarte algo...”.
Este hombre buscó a Violetta por cielo mar y tierra y la encontró. Quería que lo sorprendiera, quería saber todo sobre mí, descubrir mis habilidades y las de Miss Pelvis, pero terminó por sorprenderme. Y no me refiero a que a su edad todavía anda en busca de su tercera esposa, sino a algo todavía más extraño...
Me tomó por sorpresa que me hablara de un personaje en su vida, todo alrededor de ella sonaba a mucha melancolía y pensé que era alguna novia o solo una mujer importante en su lista de amoríos. Su nombre era Jenifer y cuando hablaba de ella sus ojos se ponían tristes, como quien añora. Cargaba consigo una serie de fotografías de ella, que se atrevió a enseñarme y al verlas pensé “este cabron está loco” y no eran precisamente pornografía.
La susodicha se trataba de una muñeca inflable con vibrador, gemidos y control incluidos. Cual novia, le compró blusas, faldas, zapatos, ropa interior, ligueros y todo tipo de outfits que la hicieran verse más real. Le puso nombre, se volvió su compañera inseparable pero así como todo lo que empieza inevitablemente tiene un final. Ella tuvo uno triste, un día se pasó de aires y Jenny como le diré de cariño, ¡pum! se reventó. Se vino a mi cabeza su cara y la muñeca reventada, era como de caricatura, como una animación japonesa, quería reír pero el profesionalismo me lo impidió.
La soledad suele ser siempre un árbitro insobornable, pero las locuras no tienen freno y menos cuando el sexo y la necesidad de eyacular se juntan, ¿cuestión de salud? No lo sé pero vaya que cada día que pasa me doy cuenta de que aun no pierdo la capacidad de asombro y eso me alegra, qué sería de mis días sin estas cosas que le dan tintes de drama y risas.
Moraleja de la historia: chicos lean el instructivo correctamente, inflen cuidadosamente su muñeca y si trae gemidos incluidos por favor no los usen, suenan más falsos que las promesas gubernamentales. Y hay veces que a esa edad uno solo puede dar risa, lastima o dinero.

lunes, 9 de agosto de 2010

INFLANDO EGOS

No me imagino una vida de más engaños que la que llevo yo. Me pregunto, quién es peor, yo por mentir o ellos por pagar para que les mienta. No es mi intención parafrasear a la monja, pero parece ser que, desde hace tres siglos, nada ha cambiado dentro de las mentes y los pantalones de mis amados hombres; desean verdades a medias y desnudos enteros. ¿Qué puedo hacer yo? Me he enseñado a ser excelente en mi trabajo.
En uno de esos andares de chica con moral distraída, conocí a un funcionario más; parecía bastante recto, aunque bueno, así son ellos, me imagino que les darán una clase de actuación o un adoctrinamiento por el estilo.
Recuerdo que me contacto por medio de alguien más, un atrevido que no tuvo reparos en darle mi número celular (al menos no necesito imprimir tarjetas de trabajo por que me hacen publicidad gratis). Quedamos en un encuentro bastante discreto (si, aunque escriba todo y no lo parezca, la discreción es una virtud muy redituable en mi oficio), es uno de esos hoteles donde te da miedo tocar las puertas sin protección; con luces rojas como de congal abandonado y películas porno en todos los canales, esos lugares recoletos y desolados, donde parece que se nos pegará el sida con solo respirar.
Me preguntaba mi amiga cómo es el primer minuto en la intimidad, ese instante en donde la puerta se cierra con un chirrido promisorio, y me deja a mí a solas con alguien que, las más de las veces, sólo busca mis partes superficiales y vacías (ustedes saben). Bueno, desmitificaré algo: ese minuto es nada… no existe pudor, o miradas cómplices, ni siquiera el silencio embarazoso de las grades ocasiones. Siempre nos saltamos el preámbulo y término con unas manos ciegas que buscan lo que no van a poder hallar.
En el caso del funcionariorecto, nada fue diferente (tranquilos lectores, ya llegará el día que les cuente algo exótico, como el caso del ner kamasútrico o la señora que explora). Desearía decir que fue bueno, pero no, se limitó a manosearme con desesperación, sotar con descuido su ropa, como quien dilapida el dinero del erario, penetrarme y hacer las cosas grises y aburridas que haría alguien de corbata e impotencia funcional burocrática.
Ya saben, sólo era un hombre que necesitaba oír gemidos de alguien sexy (y no quejas de lideresas priístas), un pobre diablo que apuntaló su autoestima y hombría en las falacias de esta Violetta. Creo que esos son los peores y duran con congruencia en la cabeza como duran de amantes en la cama… al parecer tardé más yo en quitarme el sostén, que él en comenzar a jadear y estallar, cosa de unos cinco minutos. Y después el momento decisivo: el momento en que debo hacer uso de mi habilidad para mentir (dicen que se demuestra la inteligencia de un niño si aprende a decir mentiras antes de los tres años, en mi caso, hago gala de ella al mentir justo en el instante oportuno). Hay que decir que fue maravilloso, que nunca sentimos nada igual, hay que sacar a relucir el tema del mítico pene del millón, ya saben, alimentar el ego. Amén. Mi funcionariorecto quedó satisfecho y yo me condené una vez más (pero ahora por perjura).
Creo que no existe nada recto en esta vida, y sólo es posible una pregunta: “¿juegas?”.
La gente se la pasa mintiendo, viviendo, mintiendo. Yo lo hago todo el tiempo; les miento a ellos y ellos a mí. Se mienten a si mismos y a sus parejas. ¿Cómo vivirán sus mujeres, esposas de estos hombres, con carteras llenas y piernas vacías…?

martes, 3 de agosto de 2010

BABILONIA

Se me hace increíble confesarme por escrito. La última vez que hablé de esto, estaba frente a una amiga. Al principio no quería decir nada al respecto porque estaba instalada en mi vida de mentiras.

Pero dijo un marica inglés que es la confesión, no el sacerdote, la que absuelve. Personalmente, no quiero ser absuelta de nada. Sólo quiero practicar un deporte entretenido: sonrojar y morder conciencias.

“Violetta”, Así decidí llamarme ese día en que, como Saulo camino a Dámaso, tuve una revelación: Saltillo es la Babilonia sin gloria, la ciudad de los pasos a desnivel y los pasos falsos, la urbe que muestra su doble moral como la ramera muestra las dos piernas abiertas.

Por ese tiempo yo compartía casa con una mujer de esas que parecen de porcelana, las que casi se quiebran de indignación ante los piropos de los albañiles; esas que no rompen un plato, pero sí las patas de las cama. Ella se dedicaba a salir con hombres y a dejarlos entrar. Tenía sexo por dinero.

Una aclaración: no nos excita. Ni se hagan ilusión los hombres que nos contratan o aquellos que hablan a las hot lines, las que nos dedicamos a esto, no lo hacemos por lujuria. No son el pene del millón y sí, lo hacemos sólo por dinero.
Ella me invitó después de que dejé un empleo en el que vivía subyugada con horarios de doce horas, de lunes a domingo sin descanso, sin sentarme y sin comer —sirva esto como pequeña protesta y venganza contra los cabrones que hacen que la gente decente como yo viva para trabajar y no trabaje para vivir, como es debido—. Yo hice una breve junta con mi conciencia, pero no sirvió de nada, porque recordé que la había olvidado en uno de esos raudos periféricos.

Ahí comenzó mi participación como dama de compañía —¿Que diría Mary Poppins de que se use así el término?—. Al inicio no involucraba sexo —aunque Freud sostenga que todo involucra sexo—, sólo era asistir a eventos privados de gente muy importante. Conforme fui conociendo más personas, más se interesaban en mí buscando otras habilidades. Un día, un funcionario me ofreció un bono extra, como esos que se suelen recetar ellos. Así que me integré al rentable y no tan glamouroso mundo del comercio sexual.

Me ha tocado de dulce, de chile y de manteca. Hay de todo en este zoológico de Dios. He estado con hombres, semi hombres y eunucos. Mujeres peludas, rasuradas y carnívoras. La suerte me bendice y el condón no se me rompe. No me he topado con fanáticos de Sade o con “copro-tagonistas”. Aún así, mi vida es interesante. A veces creo que ser puta es como bailar: cuestión de agarrar el ritmo.