lunes, 4 de octubre de 2010

APRENDER

Todos los días al despertar siento el impulso de verme en el espejo del baño me observo desnuda, toco mis senos, y mido con mis dedos si la gravedad y los años que pasan han causado estragos, mi abdomen, mis piernas, mis muslos y si la magia de la ropa interior aun no pierde ese maravilloso encanto en los hombres al dibujarme la figura.
Juego con la sensualidad de la regadera del agua cayendo en la piel, de los besos que se van dibujando de algunos de mis amores a quienes conservo en el pensamiento, los casos especiales de generosidad carnal.
Todas tenemos a nuestros favoritos, a los que podrían pasar desapercibidos por la chequera y los saldos extra, en algunas ocasiones al salir del baño casi a punto de concluir las ideas, regreso a ser yo, todo los pensamientos pintados de lujuria de miss pelvis se fueron por el caño diluyéndose con el agua.
Tu alguna vez te has arrepentido de no vivir, alguna vez te has visto de verdad en el espejo, te imaginas dibujando aves en el pecho que un día volaran, o que traerán algo nuevo, o dejaran de tener colores.
O piensas, en nada, solo en que el baño se convierte en mi lugar infinito favorito, tan pequeño a veces, cálido, mío, donde desnuda sin nadie puedo ser yo. Puedo ver cada recoveco de mi cuerpo.
Un día veía mis calzones, a la altura de mis tobillos seguramente estaba sentada sobre la taza, imaginándome algo, fumando, no lo recuerdo, dije “¡vaya, que sexy es verlos desde esta altura!”.
De esas perversiones personales, ese placer de verme, de observar cada espacio de carne, mi ropa, mis pies, las manos, reconocerme. Empiezo a reflexionar en dos frases que escribe mi poeta favorito. Lo primero, uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad.
Lo segundo que, uno empieza a aprender...Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas. Y luego comienzo a vestirme, para salir de nuevo con mis tacones altos, una sonrisa carmín, y mi cartera lista.

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