Uno de los peores defectos que le encuentro a nuestra época es que la realidad se ha vuelto prosaica, vulgar, aburrida. Los grandes carnavales son ahora ferias y las fiestas religiosas se volvieron mercaditos donde se venden figuras de Piolín con playera de la selección y basura china. Hasta el sexo es un poco más tedioso que antes (con eso de que ya no es tabú). Aún así, su Violetta intenta llenar de variedad al mundo… y de dinero mis bolsillos. Con ese pensamiento en mente, decidí revivir una de las grandes tradiciones del pasado.
En la antigüedad, las sacerdotisas llamadas bacantes eran las encargadas de organizar una ceremonia en honor al rey Baco, la cual estaba hecha por mujeres y para mujeres. Con el tiempo, tal ceremonia se volvió una fiesta libre, fastuosa, desordenada y en la actualidad la palabra bacanal se asocia con orgía.
Después de este dato histórico que se relaciona con mi vida, quiero contarles que ahora mi rubro se ha diversificado: de ser toda una Hetaira ahora soy empresaria. Bueno, queridos lectores, lo diré de una manera más cruda: ahora soy como una especie de madrota. Ya saben, los clientes a veces quieren más de una chica del pastel, más compañía, más fiesta. Y yo, con mis contactos, los puedo proveer.
Uno de mis clientes y amigo me pidió hetairas para una fiesta. Requería de mis servicios y de ocho chicas más. La fiesta fue en un taller a las orillas de Ramos. Los anfitriones improvisaron un escenario para que bailaran tres compañeras, quienes se despojarían de sus ropas como aperitivo. En esa ocasión yo sólo serví como intermediaria de ellos y las chicas. Fui yo quien cobró (y claro que me quedaron regalías), y fui yo quien organizó las ya famosas rifas de las chicas para que acompañaran individualmente a cada uno de los chicos.
Hubo de todo, la fauna era diversa: el tipo ansioso que deja caer la cerveza por tocar las piernas largas de una bailarina, el hombre caliente que nada más se comunica con gritos y jadeos, el anciano borracho que no se sabe si babea por ebriedad o lujuria, el fantasioso que se deleita viendo a dos mujeres besándose y el gran pagador, el único sobrio, que sólo desembolsa y se ríe de sus amigos beodos. A pesar del desorden, nada se salió de control. Pudieron pasarla bien y yo no tuve que salir corriendo con todo el staff de compañeras de gremio.
La paga fue buena. Me considero una gran negociante y siempre espero dejar a los clientes complacidos. No es que piense abandonar la práctica, ni mucho menos, pero debo admitir que me queda el papel de sacerdotisa pagana y organizar bacanales saltillenses me va de maravilla.
martes, 25 de enero de 2011
jueves, 20 de enero de 2011
FARISEO
No me gusta echar en cara las faltas de las personas. Cuando lo hago me siento cómo un predicador loco y desarrapado que grita en el desierto
Tan pronto uno se pone a ver de qué pie cojean los demás o cómo cogen los demás, se convierte en guillotina de sus prójimos. Pero esta vez dejaré mis convicciones, porque el prójimo se puso “de pechito” para ser criticado.
Desde el día en que me conocen, lectores y clientes míos, saben que yo no soy una pieza que encaje bien en el rompecabezas moral de Saltillo; me muevo entre la clandestinidad y desde allí les mando mis mensajes. Es verdad, nunca he sido una santa, pero por lo menos jamás he pretendido serlo. ¿A qué viene toda esta antiapología? Bueno, al hecho de que hoy quiero contarles sobre un fariseo moderno que una vez me tocó.
Mi nuevo amiguito, hijo bastardo de Frollo, era un señor respetable, de apellido respetable y palabra insegura; decía más mentiras que yo, y eso ya es mucho. En mí halló placer, sexo y… polémica. Este increíble personaje me citó para verlo, y yo, creyendo que se trataba de un calenturiento más, me apresté a cumplir con mi deber. Lo reconocí de lejos y me asombró verlo con una Biblia en la mano; venía de alguna de esas reuniones donde gritan, lloran y adoran a Jesús (¿sabían que las dos palabras mas pronunciadas por el hombre son coca-cola y Dios? Menos mal que los dos quitan la sed… sólo que Dios tiene la mala costumbre de quitarla con diluvios.) Bueno, El Fariseo abrió la cajuela del auto y sin más, sepultó allí la Biblia (con todo y su Levítico que dice, textual: “18:20 Además, no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella.” Y el incómodo sexto mandamiento) y todos sus prejuicios. Esa tarde adoptó la cartera como nuevo sacramento; claro, tenía que pagar y lavar sus pecados.
Llegamos al hotel más próximo, mientras él me contaba que era la “primera vez” que hacía esto. ¿Aja? Me despojó de la ropa como un niño que le quita la envoltura a un regalo; tal desesperación llegó a molestarme, pero más aún la mentira mil veces oída de “podría enamorarme de ti” (si me pagaran por cada hombre que me dice eso, sería rica además de presuntuosa) y ya saben, ocurrió lo inevitable en mi trabajo: ¡duró tan poco el encanto!
Hablamos de muchas cosas (ya que nos sobraba tiempo, de tan poco que usó en el servicio). Platicamos de religión, claro está. Y como siempre hubo discusión: que si Dios quiere esto, que si Dios prohíbe aquello (algo cínico hablar de Dios, si uno está encueradito, como sus ángeles). Jamás nos pusimos de acuerdo debido a que yo creo que Dios prohíbe el sexo porque no pudo probarlo con la Virgen María (¡Ya siento retumbar las campanas de la Catedral sobre mi cabeza!) y él cree en lo que le dicen (cree, no hace).
Seguimos con la charla, y comentó algo que, bueno, me ofendió en nombre de su pobre esposa: “mi mujer es frígida y creo que también del cerebro”…Violetta no odia a los hombres, Violetta no desprecia a los hombres… pero ¡cómo se me da esto de arañarlos!
Inmediatamente se me rebeló el instinto de género y le dije al Fariseo mil cosas que lo ofendieron y casi terminó haciendo el signo de la cruz para conjurar a la Lillith en que me convertí. Pueden suponer que el servicio acabó mal, pero estarían en un error. Él regresó. Para esta clase de hombres, ese es justamente mi encanto; puedo contradecirlos cuanto quiera, y aún insultarlos, que ellos siempre ponen la otra mejilla.
Tan pronto uno se pone a ver de qué pie cojean los demás o cómo cogen los demás, se convierte en guillotina de sus prójimos. Pero esta vez dejaré mis convicciones, porque el prójimo se puso “de pechito” para ser criticado.
Desde el día en que me conocen, lectores y clientes míos, saben que yo no soy una pieza que encaje bien en el rompecabezas moral de Saltillo; me muevo entre la clandestinidad y desde allí les mando mis mensajes. Es verdad, nunca he sido una santa, pero por lo menos jamás he pretendido serlo. ¿A qué viene toda esta antiapología? Bueno, al hecho de que hoy quiero contarles sobre un fariseo moderno que una vez me tocó.
Mi nuevo amiguito, hijo bastardo de Frollo, era un señor respetable, de apellido respetable y palabra insegura; decía más mentiras que yo, y eso ya es mucho. En mí halló placer, sexo y… polémica. Este increíble personaje me citó para verlo, y yo, creyendo que se trataba de un calenturiento más, me apresté a cumplir con mi deber. Lo reconocí de lejos y me asombró verlo con una Biblia en la mano; venía de alguna de esas reuniones donde gritan, lloran y adoran a Jesús (¿sabían que las dos palabras mas pronunciadas por el hombre son coca-cola y Dios? Menos mal que los dos quitan la sed… sólo que Dios tiene la mala costumbre de quitarla con diluvios.) Bueno, El Fariseo abrió la cajuela del auto y sin más, sepultó allí la Biblia (con todo y su Levítico que dice, textual: “18:20 Además, no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella.” Y el incómodo sexto mandamiento) y todos sus prejuicios. Esa tarde adoptó la cartera como nuevo sacramento; claro, tenía que pagar y lavar sus pecados.
Llegamos al hotel más próximo, mientras él me contaba que era la “primera vez” que hacía esto. ¿Aja? Me despojó de la ropa como un niño que le quita la envoltura a un regalo; tal desesperación llegó a molestarme, pero más aún la mentira mil veces oída de “podría enamorarme de ti” (si me pagaran por cada hombre que me dice eso, sería rica además de presuntuosa) y ya saben, ocurrió lo inevitable en mi trabajo: ¡duró tan poco el encanto!
Hablamos de muchas cosas (ya que nos sobraba tiempo, de tan poco que usó en el servicio). Platicamos de religión, claro está. Y como siempre hubo discusión: que si Dios quiere esto, que si Dios prohíbe aquello (algo cínico hablar de Dios, si uno está encueradito, como sus ángeles). Jamás nos pusimos de acuerdo debido a que yo creo que Dios prohíbe el sexo porque no pudo probarlo con la Virgen María (¡Ya siento retumbar las campanas de la Catedral sobre mi cabeza!) y él cree en lo que le dicen (cree, no hace).
Seguimos con la charla, y comentó algo que, bueno, me ofendió en nombre de su pobre esposa: “mi mujer es frígida y creo que también del cerebro”…Violetta no odia a los hombres, Violetta no desprecia a los hombres… pero ¡cómo se me da esto de arañarlos!
Inmediatamente se me rebeló el instinto de género y le dije al Fariseo mil cosas que lo ofendieron y casi terminó haciendo el signo de la cruz para conjurar a la Lillith en que me convertí. Pueden suponer que el servicio acabó mal, pero estarían en un error. Él regresó. Para esta clase de hombres, ese es justamente mi encanto; puedo contradecirlos cuanto quiera, y aún insultarlos, que ellos siempre ponen la otra mejilla.
lunes, 17 de enero de 2011
El amor ¿un estado de ánimo?
¿Existirá el amor? ¿a qué sabrá? Yo creo que ha de saber como dice una canción de Joaquín Sabina, a “helado de fresa sabor venganza”. Y es que ahora con tantos daños que se tienen que reparar, son muchas las que sufren de este mal.
Lluvia, una chica frenéticamente enamorada (pero sólo de sí misma) ha descubierto que el amor es un lapsus doloroso y que es muy difícil desprenderse de alguien, más aun cuando ese alguien abre y ve cosas con sus propios ojos.
La mayoría de las que nos dedicamos a vender caricias falsas sabemos que el amor es más que una ironía, una metáfora que sólo sirve para recrear instantes u obtener algún privilegio, bueno además de muchos bonos extra.
Algunas buscan sigilosamente quien las salve de vivir en los inframundos de la vendimia sexual, otras anhelan acabar sus estudios para dejar las luces neón y salir adelante solas y vestidas de traje sastre.
Alguna vez se han preguntado si su Violetta tiene su propio sueño, sí los tengo pero son bastante ambiciosos y reales (eso creo yo) ¡aja! Mi plan es tener un negocio propio que no involucre hombres y ni mentiras. Otras veces sueño con dejar de ser la propia protagonista de esta historia de vida que escribo y que ustedes lectores míos leen (bueno, una parte de ella), talvez para algunos la más sombría o la más divertida y llena de novedades.
A veces me entra aquello de la muerte Bukowski, ya saben… vivir siempre entre putas, apuestas y borrachos que es lo que yo llamo la muerte de un literato; o podría ser viajar a Monterrey y tener la fiebre de las fugitivas del miss clairol como le pasa ahora a mi amiga C, que de ser inteligente asidua a la lectura y una fanática del sarcasmo ahora es sólo una sombra de cabellos rojos vagando por la ciudad, incomprendida.
Todos son matices del amor propio, del amor desgastado, del amor sombrío, del amor sangrante, del amor retardado, del amor solitario.
Pero a pesar de todo esto prefiero esa soledad y mis historias, al amor lo esperaré algún día, hoy sólo quiero seguir siendo esta Violetta que tiene tantas cosas que decirles y que sigue en su vida de mentirillas con la conciencia olvidada en alguna parte del Periférico.
Lluvia, una chica frenéticamente enamorada (pero sólo de sí misma) ha descubierto que el amor es un lapsus doloroso y que es muy difícil desprenderse de alguien, más aun cuando ese alguien abre y ve cosas con sus propios ojos.
La mayoría de las que nos dedicamos a vender caricias falsas sabemos que el amor es más que una ironía, una metáfora que sólo sirve para recrear instantes u obtener algún privilegio, bueno además de muchos bonos extra.
Algunas buscan sigilosamente quien las salve de vivir en los inframundos de la vendimia sexual, otras anhelan acabar sus estudios para dejar las luces neón y salir adelante solas y vestidas de traje sastre.
Alguna vez se han preguntado si su Violetta tiene su propio sueño, sí los tengo pero son bastante ambiciosos y reales (eso creo yo) ¡aja! Mi plan es tener un negocio propio que no involucre hombres y ni mentiras. Otras veces sueño con dejar de ser la propia protagonista de esta historia de vida que escribo y que ustedes lectores míos leen (bueno, una parte de ella), talvez para algunos la más sombría o la más divertida y llena de novedades.
A veces me entra aquello de la muerte Bukowski, ya saben… vivir siempre entre putas, apuestas y borrachos que es lo que yo llamo la muerte de un literato; o podría ser viajar a Monterrey y tener la fiebre de las fugitivas del miss clairol como le pasa ahora a mi amiga C, que de ser inteligente asidua a la lectura y una fanática del sarcasmo ahora es sólo una sombra de cabellos rojos vagando por la ciudad, incomprendida.
Todos son matices del amor propio, del amor desgastado, del amor sombrío, del amor sangrante, del amor retardado, del amor solitario.
Pero a pesar de todo esto prefiero esa soledad y mis historias, al amor lo esperaré algún día, hoy sólo quiero seguir siendo esta Violetta que tiene tantas cosas que decirles y que sigue en su vida de mentirillas con la conciencia olvidada en alguna parte del Periférico.
jueves, 13 de enero de 2011
Inflando egos
No me imagino una vida llena de más engaños que la que llevo yo. Me pregunto, quién es peor, yo por mentir o ellos por pagar para que les mienta. No es mi intención parafrasear a la monja, pero parece ser que, desde hace tres siglos, nada ha cambiado dentro de las mentes y los pantalones de mis amados hombres; desean verdades a medias y desnudos enteros. ¿Qué puedo hacer yo? Me he enseñado a ser excelente en mi trabajo.
En uno de esos andares de chica con moral distraída, conocí a un funcionario más; parecía bastante recto, aunque bueno, así son ellos, me imagino que les darán alguna clase de actuación o un adoctrinamiento por el estilo.
Recuerdo que me contactó por medio de alguien más, un atrevido que no puso reparos en darle mi número celular (al menos no necesito imprimir tarjetas de trabajo prque me hacen la publicidad gratis). Quedamos en un encuentro bastante discreto (sí, aunque escriba todo y no lo parezca, la discreción es una virtud muy redituable en mi oficio), en uno de esos hoteles donde hasta da miedo tocar las puertas sin protección; con luces rojas como de congal abandonado y películas porno en todos los canales, esos lugares recoletos y desolados, donde parece que se nos pegará el sida con sólo respirar.
Me preguntaba mi amiga cómo es el primer minuto de intimidad, ese instante en donde la puerta de la habitación se cierra con un chirrido promisorio, y me deja a mí a solas con alguien que, las más de las veces, sólo busca mis partes superficiales y vacías (ustedes saben). Bueno, desmitificaré algo: ese minuto es nada… no existe pudor, o miradas cómplices, ni siquiera el silencio embarazoso de las grandes ocasiones. Siempre nos saltamos el preámbulo y termino con unas manos ciegas que buscan lo que no van a poder hallar.
En el caso del funcionariorecto, nada fue diferente (tranquilos lectores, ya llegará el día en que les cuente algo exótico, como el caso del nerd kamasútrico o la señora que explora). Desearía decir que fue bastante bueno, pero no, se limitó a manosearme con desesperación, soltar con descuido su ropa, como quien dilapida el dinero del erario, penetrarme y hacer todas las cosas grises y aburridas que haría alguien de corbata e impotencia funcional burocrática. Ya saben, sólo era un hombre que necesitaba oír gemidos de alguien sexy (y no quejas de lideresas priístas), un pobre diablo que apuntaló su autoestima y hombría en las falacias de esta Violetta. Creo que esos son los peores y duran con congruencia en la cabeza como duran de amantes en la cama… al parecer tardé más yo en quitarme el sostén, que él en comenzara a jadear y estallar, cosa de unos cinco minutos. Y después, ahora sí, el momento decisivo: el momento en que debo hacer uso de mi habilidad de mentir (dicen que se demuestra la inteligencia de un niño si aprende a decir mentiras antes de los tres años, en mi caso, hago gala de ella al mentir justo en el instante oportuno). Hay que decir que fue maravilloso, que nunca sentimos nada igual, hay que sacar a relucir el tema del mítico pene del millón, ya saben, alimentar el ego. Amén. Mi funcionariorecto quedó satisfecho y yo me condené una vez más (pero ahora por perjura).
Creo que no existe nada recto en esta vida, y sólo es posible una pregunta: "¿juegas?". La gente se la pasa mintiendo, viviendo, mintiendo. Yo lo hago todo el tiempo; les miento a ellos, y ellos a mí. Se mienten a sí mismos y a sus parejas. ¿Cómo vivirán esas mujeres, esposas de estos hombres, con carteras llenas y piernas vacías…?
En uno de esos andares de chica con moral distraída, conocí a un funcionario más; parecía bastante recto, aunque bueno, así son ellos, me imagino que les darán alguna clase de actuación o un adoctrinamiento por el estilo.
Recuerdo que me contactó por medio de alguien más, un atrevido que no puso reparos en darle mi número celular (al menos no necesito imprimir tarjetas de trabajo prque me hacen la publicidad gratis). Quedamos en un encuentro bastante discreto (sí, aunque escriba todo y no lo parezca, la discreción es una virtud muy redituable en mi oficio), en uno de esos hoteles donde hasta da miedo tocar las puertas sin protección; con luces rojas como de congal abandonado y películas porno en todos los canales, esos lugares recoletos y desolados, donde parece que se nos pegará el sida con sólo respirar.
Me preguntaba mi amiga cómo es el primer minuto de intimidad, ese instante en donde la puerta de la habitación se cierra con un chirrido promisorio, y me deja a mí a solas con alguien que, las más de las veces, sólo busca mis partes superficiales y vacías (ustedes saben). Bueno, desmitificaré algo: ese minuto es nada… no existe pudor, o miradas cómplices, ni siquiera el silencio embarazoso de las grandes ocasiones. Siempre nos saltamos el preámbulo y termino con unas manos ciegas que buscan lo que no van a poder hallar.
En el caso del funcionariorecto, nada fue diferente (tranquilos lectores, ya llegará el día en que les cuente algo exótico, como el caso del nerd kamasútrico o la señora que explora). Desearía decir que fue bastante bueno, pero no, se limitó a manosearme con desesperación, soltar con descuido su ropa, como quien dilapida el dinero del erario, penetrarme y hacer todas las cosas grises y aburridas que haría alguien de corbata e impotencia funcional burocrática. Ya saben, sólo era un hombre que necesitaba oír gemidos de alguien sexy (y no quejas de lideresas priístas), un pobre diablo que apuntaló su autoestima y hombría en las falacias de esta Violetta. Creo que esos son los peores y duran con congruencia en la cabeza como duran de amantes en la cama… al parecer tardé más yo en quitarme el sostén, que él en comenzara a jadear y estallar, cosa de unos cinco minutos. Y después, ahora sí, el momento decisivo: el momento en que debo hacer uso de mi habilidad de mentir (dicen que se demuestra la inteligencia de un niño si aprende a decir mentiras antes de los tres años, en mi caso, hago gala de ella al mentir justo en el instante oportuno). Hay que decir que fue maravilloso, que nunca sentimos nada igual, hay que sacar a relucir el tema del mítico pene del millón, ya saben, alimentar el ego. Amén. Mi funcionariorecto quedó satisfecho y yo me condené una vez más (pero ahora por perjura).
Creo que no existe nada recto en esta vida, y sólo es posible una pregunta: "¿juegas?". La gente se la pasa mintiendo, viviendo, mintiendo. Yo lo hago todo el tiempo; les miento a ellos, y ellos a mí. Se mienten a sí mismos y a sus parejas. ¿Cómo vivirán esas mujeres, esposas de estos hombres, con carteras llenas y piernas vacías…?
miércoles, 12 de enero de 2011
Un Nerd Kamasutrico
¿Quién dice que el sexo no tiene que ser divertido en este negocio? Digo, no es emocional, no es romántico y muchos menos excitante, pero de que te ríes, te ríes. Y no es una broma cruel acerca del desempeño de mis clientes, ni mucho menos de mis clientas, sino una referencia a alguien de quien les contaré. Encontré por azar a un personaje digno de mención y ejemplo viviente de que las apariencias engañan.
Él era un tipo regordete, de esos que ves y quieres abrazar, de los tiernos y pachones que se ven, sí, justo como ositos de peluche. Desbordaba lo que yo llamo “inteligencia poco práctica”, es decir, era un nerd irredento del ITESM. Cuando lo traté me di cuenta de por qué pagaba por sexo; al parecer le excitaba más encender su computadora que una copa 34B (Polémica de la semana: ¿Cuál es la medida perfecta de senos?).
Pensé en ahorrarme esfuerzos inútiles y brindarle una sesión común, con los mismos gemidos falsos de Jenna Jameson y las posiciones más conservadoras, empezando por el misionero. (Y aquí va el dato de trivia de la semana: la posición de misionero fue llamada así porque la enseñaron los misioneros a los aborígenes “degenerados” de la Isla de Samoa, quienes permitían que la mujer estuviera encima y de cuclillas), pero el destino me sorprendió, ya que nada más iniciando, El Nerd me dijo tímidamente: “¿Podemos intentar otra posición?”. Violetta decidió complacerlo y allí se dio cuenta de otra habilidad que la cotiza en el mercado puteril: ¡Soy contorsionista!
El Nerd, ahora convertido en Kamasútrico, me tomó de las piernas, se las puso encima de los hombros y con todas las fuerzas de un Atlante, alzó mi peso. Inició una penetración casi de columpio y yo sólo podía pensar: “Ahooooora, despierta la mujer que en mi dormía…”. Era impresiónate que un hombre como él supiera tantas cosas (acaso lo aprendió en el Internet y las putas con clase deberíamos actualizarnos). Bueno, si hubiera un concurso de esos que se recetan las abuelas los domingos de ocio, que pudiera incluir cosas raras y dos buenas piernas, seguramente mi gordito personaje y yo ganaríamos. No recuerdo haber visto mis rodillas desde una perspectiva tan abstracta.
Al final, El Nerd Kamasútrico se vino con un suspiro tremendo. Yo quedé exhausta e impresionada… él se tapó pudorosamente con sus sábanas. Yo pensé: “¡Cabrón, me moviste como trapo y ahora te da vergüenza! Él pagó. Yo me marché.
En definitiva, el sexo no conoce de apariencias o de barriguitas graciosas. El sexo nos engaña, poniendo a algunos a mentir exhaustivamente, o a demostrarme mis habilidades de cirquera (¡vamos, vamos al circo donde atan las manos!)
Él era un tipo regordete, de esos que ves y quieres abrazar, de los tiernos y pachones que se ven, sí, justo como ositos de peluche. Desbordaba lo que yo llamo “inteligencia poco práctica”, es decir, era un nerd irredento del ITESM. Cuando lo traté me di cuenta de por qué pagaba por sexo; al parecer le excitaba más encender su computadora que una copa 34B (Polémica de la semana: ¿Cuál es la medida perfecta de senos?).
Pensé en ahorrarme esfuerzos inútiles y brindarle una sesión común, con los mismos gemidos falsos de Jenna Jameson y las posiciones más conservadoras, empezando por el misionero. (Y aquí va el dato de trivia de la semana: la posición de misionero fue llamada así porque la enseñaron los misioneros a los aborígenes “degenerados” de la Isla de Samoa, quienes permitían que la mujer estuviera encima y de cuclillas), pero el destino me sorprendió, ya que nada más iniciando, El Nerd me dijo tímidamente: “¿Podemos intentar otra posición?”. Violetta decidió complacerlo y allí se dio cuenta de otra habilidad que la cotiza en el mercado puteril: ¡Soy contorsionista!
El Nerd, ahora convertido en Kamasútrico, me tomó de las piernas, se las puso encima de los hombros y con todas las fuerzas de un Atlante, alzó mi peso. Inició una penetración casi de columpio y yo sólo podía pensar: “Ahooooora, despierta la mujer que en mi dormía…”. Era impresiónate que un hombre como él supiera tantas cosas (acaso lo aprendió en el Internet y las putas con clase deberíamos actualizarnos). Bueno, si hubiera un concurso de esos que se recetan las abuelas los domingos de ocio, que pudiera incluir cosas raras y dos buenas piernas, seguramente mi gordito personaje y yo ganaríamos. No recuerdo haber visto mis rodillas desde una perspectiva tan abstracta.
Al final, El Nerd Kamasútrico se vino con un suspiro tremendo. Yo quedé exhausta e impresionada… él se tapó pudorosamente con sus sábanas. Yo pensé: “¡Cabrón, me moviste como trapo y ahora te da vergüenza! Él pagó. Yo me marché.
En definitiva, el sexo no conoce de apariencias o de barriguitas graciosas. El sexo nos engaña, poniendo a algunos a mentir exhaustivamente, o a demostrarme mis habilidades de cirquera (¡vamos, vamos al circo donde atan las manos!)
lunes, 10 de enero de 2011
IN - MORAL
La moral ese lazo que nos hace sentirnos atados, la naturaleza terrenal del pecado, o escondernos entre los callejones para ser quienes realmente deseamos y nos da miedo, ¿Qué dirá de mi?, ¿creerá que soy una puta?, ¿me volverá a llamar?, cuando en el fondo no queremos, ni nos importa si piensan mal, siempre con la bolsita de prejuicios, cuando en realidad queremos quien nos desgarre la ropa y se marche sin decir nada, justificando actos que disfrutamos, esos deliciosos placeres de la carne, ese instinto natural del ser humano.
Si hubiera dicho ¡no! “habría sido violación y no me gusta que me traten como puta” ¡aja! Me suenan tan trillado, tan falso como de quien camina con un escote o una falda corta pasando a un lado de una construcción esperando que ningún Maistro le grite barbaries.
Estos son actos de aquellas mujeres que como bien dice mi amigo Quadritos en tono vulgar, “se la comen toda (risas) si, me dice: de esas santurronas con faldas largas de biblia en mano, cuando te fijas bien debajo de esas telas hasta los tobillos no traen calzones, las cabronas”
Prefiero disfrutar mis puterias, tanto como rellenar mi carterita de billetitos, olvidarme de la conciencia, darle gusto al gusto, dejarme de chingaderas y tirar los prejuicios que siempre vienen a joder las mentes y los cuerpos libres.
La humanidad tiene una moral doble: una, que predica y no practica, y otra, que practica pero no predica. Quienes somos para juzgarnos si a final de cuentas todos nos rendimos ante los deleites de carne. Como luego dicen por ahí lo bailado quien te lo quita.
Si hubiera dicho ¡no! “habría sido violación y no me gusta que me traten como puta” ¡aja! Me suenan tan trillado, tan falso como de quien camina con un escote o una falda corta pasando a un lado de una construcción esperando que ningún Maistro le grite barbaries.
Estos son actos de aquellas mujeres que como bien dice mi amigo Quadritos en tono vulgar, “se la comen toda (risas) si, me dice: de esas santurronas con faldas largas de biblia en mano, cuando te fijas bien debajo de esas telas hasta los tobillos no traen calzones, las cabronas”
Prefiero disfrutar mis puterias, tanto como rellenar mi carterita de billetitos, olvidarme de la conciencia, darle gusto al gusto, dejarme de chingaderas y tirar los prejuicios que siempre vienen a joder las mentes y los cuerpos libres.
La humanidad tiene una moral doble: una, que predica y no practica, y otra, que practica pero no predica. Quienes somos para juzgarnos si a final de cuentas todos nos rendimos ante los deleites de carne. Como luego dicen por ahí lo bailado quien te lo quita.
viernes, 7 de enero de 2011
EL POEMA EPICO QUE NADIE CONOCE
Levantar la mirada en el momento justo para encontrarte, cuando eras solo un excedente en mi cartera y uno más en la lista de clientes frecuentes no había ningún problema en verte a los ojos y mentirte.
Ahora eras un cómplice total de mis aventuras, sabes mas de mí que cualquiera, podrías encontrar en espacios pausados mi melancolía, mi risa, mi fascinación por las cosas pequeñas, el gusto que me daba llegar a casa quitarme los tacones altos, beber café y leer poesía en secreto.
Conoces a Violetta con tacones, sin ellos, con las risas, la sensualidad que puede adquirir si se trata de vender caricias falsas, y aquella que podría estar sentada al lado de cualquiera en el cine, caminando en el parque o comprando alguna trivialidad en el supermercado.
Mientras más grande eres más difícil es hacer amigos de verdad, necesitas quien sepa quién eres realmente sin que tengas que explicárselo, es como puedo definirte dentro de este cuento que es mi vida.
Ahora eras un cómplice total de mis aventuras, sabes mas de mí que cualquiera, podrías encontrar en espacios pausados mi melancolía, mi risa, mi fascinación por las cosas pequeñas, el gusto que me daba llegar a casa quitarme los tacones altos, beber café y leer poesía en secreto.
Conoces a Violetta con tacones, sin ellos, con las risas, la sensualidad que puede adquirir si se trata de vender caricias falsas, y aquella que podría estar sentada al lado de cualquiera en el cine, caminando en el parque o comprando alguna trivialidad en el supermercado.
Mientras más grande eres más difícil es hacer amigos de verdad, necesitas quien sepa quién eres realmente sin que tengas que explicárselo, es como puedo definirte dentro de este cuento que es mi vida.
jueves, 6 de enero de 2011
GANAS DE TENER GANAS…
Vivir con alguien cuya moral se le pierde entre la ropa sucia, alguien quien le llama instinto al deseo constante, puede ser en extremo divertido.
Las piernas le temblaban, tenía los ojos entre abiertos aun de sueño, el estaba a punto de irse, un café fue el intermediario para el encuentro de sus voces.
Nunca has fantaseado con que llegue un tipo alto con cara de chico malo, te tome casi a la fuerza por la cintura, te bese intensamente al punto de comerte los labios, te cargue sosteniéndose de tus nalgas y te avienten a la cama cual vil trapo, nada mas de pensarlo ya se me puso la carne de gallina, o las piernas que no es lo mismo lo segundo es más divertido.
Cuando la vi a la cara sabía que había un brillo especial en su mirada que solo tienen esas mujeres placenteramente satisfechas y con orgasmos, queridos amores míos la creatividad siempre será un signo de buenos amantes, de fantasías que se cumplen.
El saldo a favor fue: una sonrisa en la cara, un café calientito, y un adiós sin promesas. Reconocer que la cama no es solo para dormir y tiene a veces un mejor y más productivo uso.
Las piernas le temblaban, tenía los ojos entre abiertos aun de sueño, el estaba a punto de irse, un café fue el intermediario para el encuentro de sus voces.
Nunca has fantaseado con que llegue un tipo alto con cara de chico malo, te tome casi a la fuerza por la cintura, te bese intensamente al punto de comerte los labios, te cargue sosteniéndose de tus nalgas y te avienten a la cama cual vil trapo, nada mas de pensarlo ya se me puso la carne de gallina, o las piernas que no es lo mismo lo segundo es más divertido.
Cuando la vi a la cara sabía que había un brillo especial en su mirada que solo tienen esas mujeres placenteramente satisfechas y con orgasmos, queridos amores míos la creatividad siempre será un signo de buenos amantes, de fantasías que se cumplen.
El saldo a favor fue: una sonrisa en la cara, un café calientito, y un adiós sin promesas. Reconocer que la cama no es solo para dormir y tiene a veces un mejor y más productivo uso.
miércoles, 5 de enero de 2011
SOMBRAS SOBRE LOS LABIOS QUE NOS QUEDAN....
Besar es mucho más íntimo que tener sexo, es curioso como algo tan simple como unos labios tocándose con otros pueden provocar que el mundo entero se estremezca y cambie para nunca más volver a ser el mismo.
Y ese simple contacto ese juntarse de labios también puede usarse para tapar secretos, o para sentir una nostalgia inexplicable por unos que no nos pertenecen, que en realidad nunca fueron nuestros. Sea como sea ese primer beso es crucial, importantísimo por que contiene el primer signo de rendición, bandera blanca, me entrego pase lo que pase después.
El deseo es ese animal inmenso, salvaje y prehistórico que a veces duerme por demasiado tiempo, pero basta un beso para que esa bestia perezosa despierte y entonces cuidado porque el deseo es la energía más fuerte que puede tener una mujer, el impulso total de quererse comer al mundo sale de ahí.
Un ejemplo perfecto: los luchadores, una vez que les quitas la máscara, no ay nada más que esconder, no ay nada más que perder así es una cuando besa, se vuelve vulnerable y quiere serlo.
Y ese simple contacto ese juntarse de labios también puede usarse para tapar secretos, o para sentir una nostalgia inexplicable por unos que no nos pertenecen, que en realidad nunca fueron nuestros. Sea como sea ese primer beso es crucial, importantísimo por que contiene el primer signo de rendición, bandera blanca, me entrego pase lo que pase después.
El deseo es ese animal inmenso, salvaje y prehistórico que a veces duerme por demasiado tiempo, pero basta un beso para que esa bestia perezosa despierte y entonces cuidado porque el deseo es la energía más fuerte que puede tener una mujer, el impulso total de quererse comer al mundo sale de ahí.
Un ejemplo perfecto: los luchadores, una vez que les quitas la máscara, no ay nada más que esconder, no ay nada más que perder así es una cuando besa, se vuelve vulnerable y quiere serlo.
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